Madrid en la Niebla
"La luz irrumpe donde ningún sol brilla".
Esta frase de Dylan Tomas resume el leitmotiv de la serie "Madrid en la niebla", y define al mismo tiempo una constante , casi una obsesión, en la obra de Gonzalo Ortiz: el tratamiento de las formas y variantes de la luz.
La serie surge de un trabajo de experimentación con carretes de infrarrojos, que lleva al artista a la búsqueda de paisajes urbanos iluminados por la niebla, ese foco natural único, capaz de transformar esos paisajes en otros, insólitos e irreconocibles.
Las fotos que integran esta muestra son fruto, a veces de circunstancias cotidianas, como su amistad con Paco, el conserje de uno de los edificios más altos del centro de Madrid. En sus azoteas nace entre otras, la imagen de la Basílica Pontificia de San Miguel reinando entre los edificios circundantes, que se ocultan, casi avergonzados, bajo un manto brumoso. O la original visión de la Puerta del Sol presidida por el emblemático cartel de Tio Pepe en vez de por el predecible reloj. Otras veces son debidas a la coincidencia feliz de su trabajo diario con la aparición imprevista de una neblina en un rincón cualquiera. Pero otras muchas requirieron largas horas de paciencia durante varios inviernos, hasta que las nieblas invadieran el centro, y las luces y el escenario fueran los adecuados. De estas esperas nacen estampas como la de la estatua en la fuente de la Plaza de España, cobrando vida entre las cuentas de un collar de perlas luminosas.
Mucho trabajo de campo, pero también largas horas de laboratorio, perfeccionando el proceso de revelado, analógico, en blanco y negro. Sin retocar, puro, virgen, atemporal. Y depurando su esmerado método de positivado artesanal en papel baritado para impresión fotográfica en gran formato, perfecto soporte de sus creaciones.
Solo la afortunada fusión de esta técnica, tan cuidada, con el original tratamiento de los temas elegidos, hacen posible plasmar con una escala de grises los infinitos matices de su Madrid en la niebla, imprimiendo a esta colección una identidad única, mágicamente realista, e íntima y colectiva al mismo tiempo.
Parafraseando a Virginia Woolf, seamos como esas siluetas recortadas, hueros fantasmas que se mueven en la niebla de estos paisajes del Madrid antiguo y disfrutémoslos.